Casi sé que no existes…que te creé yo. PERCEPCIÓN Y VISIBILIDAD DE LAS MUJERES EN EL S.XXI

Casi sé que no existes…que te creé yo


Se abre la realidad con puertas automáticas. Llueve. Joder. No sé por qué me quejo, me gusta la lluvia, pero sé que la voy a echar de menos, tal vez me guste echarla de menos, sentir como me vuelve a empapar la ilusión, ese estado mental de absoluta plenitud. Esa droga casi tan embriagadora como la que ahora me tomo en los bares. Salgo de su casa y camino encogiéndome en el abrigo, alejándome de su portal a pocos metros, y volviendo a convocarla, horadando el espacio y el tiempo para encontrarla a mi lado, de vuelta a su casa. Me ve por la calle y me llama, o tal vez no, me ve y la llamo yo (sé que no lo haría, sé que volvería a escuchar el ruido de la lluvia, el murmullo de la gente, los coches, sentiría el frío, el odio, los celos y la esperaría viendo como se aleja), pero vuelvo a encogerme en mi abrigo y mi fantasía. Camina a mi lado, en silencio, la tomo del brazo y me mira con esos enormes ojos verdes y afilados, un poco tristes y sorprendidos, pero felices de tenerme a su lado. Siento su amor, su felicidad, su gratitud por caminar a su lado y no nos decimos nada a nuestro lado. Nada ha sucedido. Nada malo. Mi cordón umbilical deja de sangrar. Ya no necesito nada. No importa si el mundo tiene sentido o no, todas las injusticias que están sucediendo en la tierra ahora mismo, ayer, mañana, ya no siento nada porque ella ocupa todo el estúpido vacío de mi ser. Tal vez es que me aburre la diligencia de vivir para seguir viviendo. Casi sé que ella no existe, que la empecé a crear yo con una aspiración de su perfume en el bar de la primera cita. Sonaba una canción Sin ti no soy nada.





PERCEPCIÓN Y VISIBILIDAD DE LAS MUJERES EN EL S.XXI


¿Cómo percibimos a las personas y por qué?
Las personas tardamos entre tres y treinta segundos en hacernos una idea de la persona que tengamos delante, la catalogamos mediante la activación de los prejuicios (pre-juicio). Esta rapidez responde a un mecanismo de supervivencia de la humanidad. Cuando estamos en el vientre de la madre tenemos un entorno fantástico, una zona de confort con pocos estímulos. Nuestro nacimiento es siempre prematuro, la verticalidad de las mujeres hace que el feto presione la cadera y se adelante el parto. Desde el punto de vista fisiológico no estamos adaptados ni preparados para sobrevivir en el exterior. Nacemos discapacitados, no podemos ni comer ni caminar, somos absolutamente dependientes, mucho más que cualquier otro mamífero.





La persona pasa de la paz absoluta y la tranquilidad al caos y el desorden, de la estabilidad a un cúmulo de estímulos, ruidos y olores…entonces las madres nos protegen de toda esta sobreestimulación y nuestro déficit de autonomía.
El cerebro humano ante este bombardeo de estímulos necesita crear un sistema que fije y ordene los ímputs recibidos para poder integrarlos, si no no podría dar respuesta a estos estímulos. Si el sistema cerebral no empieza a fijar los estímulos del exterior se colapsa ( es lo que se conoce como autismo).
El cerebro que no puede categorizar, es decir, tener un lenguaje, no funciona. Todo es lenguaje. Los estímulos que recibimos del exterior nuestro cerebro los ordena en nuestra mente mediante los códigos del lenguaje. No podemos pensar nada que no tenga nombre y necesitamos un nombre cuando descubrimos algo.
Este sistema lo hemos trasladado al sistema informático de los ordenadores, cuando queremos guardar algo en el ordenador nos pregunta con qué nombre lo queremos guardar y en qué carpeta para después poderlo recuperar.
Berkley “ese est percipi” “el ser es el ser percibido”.
¿Qué le ha pasado a la mujer durante estos siglos?¿ha sido percibida?. A la mujer se le ha negado salir de su casa, ir a la escuela, votar, descubrir su cuerpo, dar su opinión, escribir, investigar, estudiar, la libertad del intercambio económico, emprender un negocio con su nombre, publicar con su nombre…





La ocultación de la mujer ha generado un ser más frágil, disminuido y la problemática de la autopercepción femenina.
La estrategia fundamental de todos los gobiernos y organizaciones para reducir a las personas a la nada ha sido siempre la misma: aislarla y ocultarla para que no sean percibidas por el resto de la sociedad y por ellas mismas. Es el sistema que utilizan las cárceles, los campos de concentración, los centros siquiátricos…a las personas consideradas más peligrosas se les asigna la celda de aislamiento total, allí se vuelven locas porque pierden la noción del tiempo y espacio y como consecuencia la identidad. Si nadie te ve existes menos. Estas estrategias y dispositivos han sido utilizados para anular la personalidad de las mujeres. Si no somos percibidas no existimos.
Volvamos al pre-juicio, a ese intervalo entre tres y treinta segundos durante el cual catalogamos a una persona, necesario para el sistema cerebral del procesamiento de la información. El prejuicio como mecanismo de supervivencia nos es útil, pero como el resto de mecanismos de supervivencia de la humanidad si no se controla se puede convertir en un mecanismo de autodestrucción. Epojé: suspensión del juicio, observar y actuar. Dependiendo de lo que yo haya prejuzgado obtendré una respuesta u otro. Cuando establecemos un prejuicio sobre otra persona inmediatamente se lo comunicamos, puede que conscientemente pero sobre todo inconscientemente. El poder de las palabras y la comunicación es enorme, sin olvidar que el ochenta por ciento de lo que transmitimos o percibimos es lenguaje no verbal, visual. Hace poco en un centro de enseñanza la dirección del centro asignó a un profesor un grupo de alumnos cuyas notas hasta entonces habían sido excelentes, sin embargo al profesor se le dijo que ese grupo de alumnos sacaban siempre muy malas notas. Lo mismo se hizo con otro profesor pero a la inversa, se le asignó un grupo de alumnos cuyas notas habían sido siempre muy malas pero al profesor se le dio que era un grupo acostumbrado a notas excelentes. El resultado fue que el grupo bueno empezó a sacar malas notas y el grupo malo empezó a sacar buenas notas.




Las personas creemos más de lo que vemos. No lo digo yo, lo dijo Einstein. El sistema de categorización de prejuicios asigna unas etiquetas u otras a la persona, la guarda en tal o cual carpeta, siguiendo un criterio de informaciones previas y sobre todo de creencias previas fijadas mediante la experiencia de la persona. De esta manera la persona no ve, o no solo ve, sinó que poyecta, proyecta en la otra persona su propio cúmulo de informaciones y creencias para categoralizarla. Y depende de lo que proyectemos sobre una persona se lo haremos notar y eso condicionará su comportamiento en relación con nosotras.

En este punto deberíamos preguntarnos ¿de dónde sustraemos las personas esas informaciones y creencias que luego utilizamos como criterio para proyectar prejuicios sobre el resto de personas, catalogarlas y condicionarlas a darnos una respuesta u otra? Efectivamente, del sistema en el que vivimos inmersas, un sistema patriarcal, machista, misógino, agresivo, individualista, católico y capitalista. Por lo tanto ya podemos intuir qué tipo de creencias e informaciones habitan en nuestro sistema cerebral. Estas creencias e informaciones se nos comunican a través de la interacción con otras personas, de la televisión, el cine, la literatura, la escuela, la familia, la publicidad…





Aquí llegamos a un punto clave: la construcción de la autoestima. ¿Cómo nos construimos la autoestima las personas? ¿eres lo que tú crees que eres o eres lo que los demás creen que eres?. Pues una mezcla de las dos cosas y depende de la persona más una que otra, sobre todo la segunda. Muchas mujeres basan su autoestima en lo que los demás creen de ellas o en si responden o no responden a lo que la sociedad les ha asignado como rol de mujer (tener un físico esquelético, casarse, tener hijos, destrozarse los pies con tacones de aguja, ser una ama de casa excelente, una profesional brillante, una madre modélica, una hija ejemplar, ser heterosexual y por encima de todo no dar de qué hablar…). Entendamos pues lo poderosas y peligrosas que son las creencias de nuestro sistema patriarcal, católico y capitalista. Si respondemos a ellas nos alienan y torturan creándonos una profunda insatisfacción e infelicidad ( que muchas mujeres no aciertan a saber de dónde viene) y si no respondemos a ellas- sin haber creado previamente un sistema de creencias sano, beneficioso y realista- nos crea un sentimiento de culpa y marginación social, con el mismo resultado de insatisfacción e infelicidad.





Por lo tanto lo primero que deberíamos hacer es una revisión de nuestras creencias e informaciones, desechar todas las nocivas sobre la mujer y construir otras más beneficiosas y reales. Lo segundo que deberíamos hacer es ser conscientes de que somos consumidoras constantes de informaciones y creencias que nos llegan mediante el bombardeo de los medios de comunicación basura o personas tóxicas de nuestro alrededor. Es necesario una mirada crítica y analítica a nuestro entorno y buscar fuentes de información sana y realista con las mujeres, al igual que rodearse de personas sanas que nos ayuden a crecer.
Os propongo un ejercicio. La próxima vez que veáis un anuncio en televisión o una película hacedlo de manera crítica, no dejéis que pase directamente al subconsciente. Haced un análisis de los valores positivos y negativos que se le asignan a la mujer en su actitud, en su físico y en su pensamiento. El experimento se enriquece si hacéis lo mismo con el hombre y si luego lo comparáis es abrumador. Un ejemplo igual de destornillante que vergonzoso es el que nos ofrece la película El cisne negro en el que la chica mala coqueteaba con la transgresión de las normas sociales establecidas, se orientaba al placer homosexual, se divertía…y la chica buena era sumisa a las normas hasta un punto masoquista.
Hay creencias tóxicas (las mujeres no saben dirigir…), ideas tóxicas, lenguaje tóxico (esto es un coñazo, eres una nenaza…) y personas tóxicas para las mujeres. Bernardo Stamateas trata el tema de las personas tóxicas en su libro La gente tóxica.





Cualquiera que no nos ayude a crecer es tóxico y tenemos la obligación de abandonar la relación. No hay que perder energía en luchar, ni convencer, ni neutralizar… Muchas mujeres no abandonan a personas tóxicas porque nos han instalado un programa mental en forma de creencia: la mujer da sin recibir nada a cambio, relacionado con el sufrimiento y el esfuerzo dignifica (de origen católico) y a partir de nuestra correspondencia con esa creencia basan su autoestima y su ego. “Soy muy buena porque doy mucho sin esperar nada a cambio”, “soy muy buena porque sufro mucho”…Esta creencia construye la autoestima según el grado de sumisión y renuncia de la mujer. ¿Esta creencia beneficia a la mujer? ¿se le aplica esta creencia al hombre?¿se valora a los hombres por su capacidad de renuncia y sumisión a los demás?


Apuntes y reflexiones de la Universitat d´estiu de les Dones.